Liviandad
Es una palabra (Distinción , le decimos), que utilizamos mucho en Coaching y hasta ahora no había encontrado una imagen con la que me gustaría asociarla.
La liviandad de mi armario en vacaciones. La paz que me transmite, la (sin querer, que seguro no es casual) tonalidad azulada que relaja, que me invita al viaje ligero, a la aventura, a disfrutar de lo que hay, a la improvisación y la risa… a moverse con lo necesario, obviando el adorno.
Miro la foto y siento la brisa del mar, el ronroneo de las olas y la caricia de la puesta de sol.
Liviandad en la elección, en el juicio, en la lectura y en la acción. El tomarnos las cosas como si no hubiera horario ni fecha en el calendario, como si siempre fuese vacaciones. Cuando descubres que por fin estás en ese sitio elegido y deseado, cuando el camino ha sido mental y puedes estar de vuelta sin moverte de la playa.
La mente liberada, vaciada y recargada.
Los olores, colores y sabores del tiempo transcurrido, las risas, las palabras y las caricias, las buscadas y las regaladas, aquellas que suavizan el moreno compartido y para algunos añorado.
La liviandad del peso de los recuerdos, de los aprendizajes realizados, de todo lo leído, caminado y observado.
Llega un momento en que las verdaderas vacaciones es un armario medio vacío, la luz del mar filtrándose por la ventana y el sonido de las olas acunando los recuerdos.
Cuando sueñas con que la liviandad de las vacaciones tiene forma y posibilidad de convertirse en una forma de vida