LO QUE DEJAMOS ATRÁS
Las vacaciones van llegando a su fin y con el propósito de relajar ese agujero que siento en lo alto del estómago me dedico a pensar en su significado.
¿Qué es lo que hace que las recordemos?, que algunas pasen desapercibidas y otras queden selladas en la piel y en la emoción como si estuviésemos viviéndolas de nuevo.
Las vacaciones son esos días en los que abrimos el ojo y al sentir el peso de nuestro cuerpo sobre el colchón nos damos media vuelta y abrazamos con hastío el momento con la consciencia todavía vaga y la intención relajada.
Cuando no existe prisa ni calendario, cuando las horas las marcan el deseo y el rechazo, cuando los días se encuadran sin nombre ni ubicación.
Las vacaciones son familia, son amigos, son risas y juegos.
Son viajar, con la mente, las piernas y el corazón. Son siestas eternas, sueños recuperados, desayunos relajados y cenas al fresco.
Las vacaciones son, volver a esa niñez de catiuscas , rodillas despellejadas, bicis por el suelo, juegos de tinieblas.
Son tiempo de reflexión y añoranza, de recuperar esencias y sensaciones.
Son lugares nuevos, primeras veces, son salvar sonidos, olores y personas, esas que han pintado el trastero de la memoria de escapadas atrevidas, de baños en el mar, y tardes de lluvia pegadas a la baraja .
Las vacaciones son momentos robados a la urgencia, son imágenes grabadas en la retina, puestas de sol y amaneceres compartidos, son música y silencios, largos paseos, enfados cortos y novelas eternas.
Son impulso y vitamina, son sol, montaña y mar, calles pequeñas, hortensias, olivos y eucaliptos.
Las vacaciones son descanso y aprendizaje, reconocimiento y aventura.
Son sonrisa y caricia, sábanas arrugadas, salitre y muchos cítricos.
Son helados, son melón, son bermudas y camisón.
Las vacaciones son la banda sonora de besos robados y abrazos recuperados, de alguna lágrima y michas risas.
Son sandía y melocotón, arena de playa, mucho gazpacho y resacón.
Las vacaciones son permitirnos y disfrutar, recuperar la esencia para volver a ser.
Son piel desnuda, cabellos alborotados y sudaderas de colores.
Las vacaciones son esas personas que hacen del tiempo y del lugar recuerdos imborrables, tatuajes sellados con lagrimas sinceras, rabiosas, disfrutadas.
Son las horas que se esconden entre la niebla de días efímeros, de esa luz de verano que ciega la prisa dando paso a la templanza, al disfrute y al suspiro.
Son la melodía de tantas carcajadas, susurros y ronroneos. La risa de muchos bebés, el llanto de algún adulto.
Las vacaciones es recuperar esas gominolas emocionales que nos llevan de vuelta a la infancia, a la adolescencia, a la sensación de tiempo ganado, de posibilidades, de libertad y autonomía…bebidas gaseosas que descorchan sabores de otro yo, un yo relajado y feliz, a veces desbocado.
Me da la sensación que las vacaciones son casi siempre, rescatar esa pureza infantil, y coraje adolescente, esa tímida ilusión que no queremos perder ni tampoco olvidar y que desde la montaña de la engañosa madurez, tratamos de revivir.
Y así, cuando por fin sentimos los pies descalzos sobre la hierba mojada, liberados la costumbre y el placer, recuperamos e inventamos pequeños disfrutes que escriben el abecedario vacacional.