La toma de decisiones.
El nuevo año comienza lleno de posibilidades, de expectativas, de retos y de dudas.
Un calendario a rellenar, con la creencia de que hay que mejorar, avanzar, triunfar, y que cambiar, es casi, una obligación.
Si algo he aprendido estos dos últimos años, es que, lo quieras o no, el cambio llega, porque lo de nuestro alrededor cambia y por ello nosotros también (física creo que le dicen…), mientras que el aprendizaje y la mejoría (ese triunfar, ese avanzar, crecer…) si son elegibles de ocurrir y para ello, es necesario quererlo y ejecutarlo, tomar la decisión de que pase.
Las expectativas del nuevo año para mi se reducen en permitirme ( y alentarme) a tomar decisiones.
En la toma de decisiones está el cambio. Tal vez no lleguemos a donde deseemos (todavía, o ni siquiera…), lo que es seguro, es que una decisión te saca de donde estás, y ese moverte, elegido, ya es un triunfo, es un avance, un aprender el haber hecho el ejercicio de tomar conciencia de dónde y cómo estamos (física, emocional y profesionalmente).
Llevar nuestro propio ritmo y marcar nuestro propio calendario basado en el autoconocimiento, en la gestión emocional y en la consciencia de lo que es de y de lo que queramos que sea nos libera, nos hace fuertes y nos impulsa no sólo a la consecución de objetivos, también en el aprendizaje y crecimiento personal. Nos da una identidad, nos hace visibles y únicos, saca brillo a las horas de nuestro reloj vital.
Enero ya ha pasado su ecuador y yo quiero de nuevo, desearte un año de muchas decisiones. Decisiones conscientes y disfrutadas (a ser posible) y si no, al menos algunas, ejecutadas.