14 abril 2020 9:45 am

La Esperanza

.. el calendario ha perdido su sentido y sin embargo el valor del tiempo se ha vuelto indispensable.
Las horas, los días, las semanas pasan, y uno mira alrededor y el tiempo se ha detenido, los días se repiten, las horas,  y las semanas y yo me pregunto, ¿y ahora que?,  ¿Y hoy que?.
Llevo varios días con una idea que se me escapa, que llama a la ventana de la consciencia, que susurra tras la puerta de la razón… no estoy siendo capaz de atraparla, el caza mariposas tiene un agujero, quemado por la insistencia del control… y entonces ese tiempo voraz y liviano a la vez, me regala una parada y entiendo, finalmente comprendo, que esa idea, ese pensamiento que se me escapa, es la esencia de todo esto.
Y vuelvo a la aceptación, a la humildad y al agradecimiento.
¿Que es todo esto y cual es el sentido que puedo darle?
No lo sé, mi ignorancia, que normalmente me pica y me hace sentir incómoda e insegura, es ahora bálsamo, me lleva de nuevo a los sentidos y a las emociones.
No soy capaz de usar la razón para caminar este paseo, el bulevar de sombras y luces que está siendo esta realidad que nos está tocando vivir. La emoción y el sentido son los que iluminan mis pasos y a ellos me agarro cada día.
¿Que sentido puedo darle a todo esto, que quiero llevarme cuando acabe? Terminará y quiero que lo que este calendario traslúcido me ha regalado sea el asentamiento en la consciencia de unos valores que ahora veo y sobre todo siento, de una manera como nunca antes.
El valor del agradecimiento, la luz que ilumina el hoy y el ahora, la realidad desnuda frente a la que me encuentro cada día, ese agradecimiento por todo lo que suma, por todo lo que importa, la buena salud, las paredes que me (nos) dan cobijo, la familia y los amigos, esos que escuchan, que están ahi, que acompañan y curan, con una caricia lejana, con una risa o con una palabra amable.
El valor del Amor, por uno mismo y por el otro, una amor que se traduce en generosidad, en invitación, en prueba y en recompensa.
El valor de los mayores, porque estamos aquí gracias a ellos, porque nos cuidaron cuando éramos pequeños, porque nos enseñaron y acompañaron cuando nos sabíamos nada, cuando teníamos miedo y dudas… porque su experiencia, su estar ahi, su cobijarnos y guiarnos nos ha ayudado a ser lo que estamos siendo hoy en día. Los mayores son la sabiduría que nos falta, la ternura, la experiencia y la caricia que hemos olvidado.
El valor del tiempo, irreal, inconsciente, etéreo y al mismo tiempo, infinito.
El valor de la solidaridad. Desde la fuerza de la individualidad, sumar a la comunidad, poner al otro, si no por delante, al menos a tu lado. La solidaridad nos viste con la resistencia del grupo, con el empuje del otro.
El valor de la creatividad, de la propia de la ajena. La literatura, la música, el cine o las artes plásticas… nos sostienen, son refugio, escape, energía y bálsamo.
El valor del coraje, y por coraje me refiero a mirar de frente, a mirar a los ojos, con miedo, con angustia, con duda, el coraje de sentirte vulnerable, frágil e indefenso y seguir adelante, echarle un par de huevos… de esa pascua que nos está tocando entender y  con ello seguir caminando… el coraje de caerse y levantarse, de subir y bajar la escalera vital y emocional de este calendario fantasma. El descubrimiento de que en los días más bajos de ánimo, podemos encontrar la fuerza para volver a levantarnos.
El valor de la inocencia y la esperanza. Los niños nos enseñan todos los días que se puede, que viviendo situaciones contra natura nos adaptamos y sobrevivimos dejándonos guiar por ese algo más que no es la razón ni la experiencia, esa luz que es la innata inteligencia del ser humano, esa básica y pura, esa que que no está viciada por la razón, por las creencias, por los prejuicios … y con la esperanza, esa llama incombustible amenazada por el viento, por tempestades y tormentas,  es la pasión sobre la que crecen pilares que nos asientan en la posibilidad de esa certeza que es el cambio, “todo fluye, nada permanece..” que decía Heráclito, la posibilidad de que algo bueno, dulce, alguna alegría, nos espera en el horizonte cercano.
El valor de elegir. En la elección está nuestro yo más real, más inmediato, más humano, la cualidad que nos hace resistentes… cuando elegimos ya estamos en otro sitio… elegir cómo mirar, qué mirar y hacia dónde mirar. Elegir caminar o quedarse quieto, elegir sumar o restar… Elegir.
Para mi, estos días nuevos, distintos y dolorosos, confusos y sorprendentes, en los que el sufrimiento y en algunos casos la muerte, me acercan a la vida, a su sentido y finalidad.

De repente, como un regalo, estamos aprendiendo a vivir, hemos vuelto a casa y desde dentro miramos hacia fuera deseando construir, hacernos fuertes y salir de nuevo, habiendo descubierto que ésta, la vida, viene de dentro.

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    María San Román Riveiro

    Coach Personal y Ejecutiva. Especializada en Adolescentes y Familia.
    EEC (Escuela Europea de Coaching).
    ICF (International Coach Federation).
    Licenciada en Derecho, Escritora y Guionista.

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