Esa sonrisa bien vale un madrugón
La vuelta al cole y la sonrisa de los niños.
Estos días previos a la vuelta al cole, hablando con mis sobrinos, me sorprendía de sus respuestas, de la ilusión, en el caso de una de ellos nada disimulada, de los otros dos un poco más (no creo que sea casual que la pequeña es la más ilusionada y los otros, quizás menos)
Observándolos y sobre todo escuchándolos, me ha llevado a pensar en el papel que jugamos en las emociones y sentimientos de los niños en su vuelta al cole.
¿Cuánto proyectamos y en que modo, nuestros miedos, expectativas y deseos dirigen, visten y predisponen su mirada?
Les escucho hablar y no puedo más que atender a los susurros de la memoria, de mi yo de 8 años, lo que sentía y como veía entonces la vuelta a clase. Me sorprende y maravilla, me reconforta incluso, oírles, distinguir la alegría, la ilusión el deseo de ese momento de reencuentro, de volver a ver a los amigos, de volver al entorno conocido, a la aventura del aprendizaje. A controlar el tiempo, dividido en horas, días y semanas… “quiero que llegue la Navidad “ decía mi sobrina de 7 años.
Y mientras les escucho, también oigo a los adultos, a los padres que hablan de lo mismo, y sin embargo parece que se trata de otra cosa. El sonido de su voz me llega pintado de tonos oscuros, sin brillo, con un peso que la luz de la mirada curiosa y feliz del niño borra de un plumazo.
Percibo la inquietud por lo desconocido, la gravedad de las expectativas, el lastre de los miedos y suspiro buscando la liviandad de los niños. esa inteligencia natural, esa observación clara, sin tapujos, sin creencias que nos dirigen y ciegan ante aprendizajes y disfrutes… y pienso en lo que les estamos robando y lo que nos estamos perdiendo.
Les robamos la posibilidad de la sorpresa (“… verás como el profe, si haces esto…, cuánto más hagas esto o aquello, más…»), del disfrute innato, del aprendizaje natural y singular de cada uno y nos perdemos su mirada, su aventura, la posibilidad de compartir aprendizajes desde su experiencia y desde sus descubrimientos.
Sus expectativas, sus miedos y sus ilusiones creo que tiene tanto que enseñarnos, que podíamos aprovechar estos días para escucharles, para estar ahí para recoger sus dudas, sus alegría y desilusiones .
Aprovechar la vuelta a los horarios, a las costumbres para crear hábitos de escucha, de compartir, de crear ese espacio y ese tiempo único en el que asentar y reforzar la Autoestima de los niños. Esa que se basa en el Amor a uno mismo (nos queremos por la medida en ala que nos quieren simplemente por ser y por existir ), en el Cómo me veo (vemos en el reflejo de la mirada de los que nos rodean, las etiquetas que nos ponen las personas de referencia, padres, amigos, profesores…) y en la Confianza en uno mismo (a través de las experiencias, de las acciones realizadas).
Tras darle muchas vueltas, mi propósito de este año es aprender de ellos desde su experiencia, darles el espacio y el tiempo para que me cuenten, para que se equivoquen, para que curioseen y se sorprendan, para que sean parte de la solución, para observar desde su mirada y entender su proceder, respetarlo y si es necesario y posible, acompañarlo.