5 Razones de la felicidad de los niños
En una día tan importante en la vida de cualquier niño, como es la noche de reyes, me gustaría resaltar 5 temas a considerar cuando observamos (menudo regalo son estos destellos de plena conciencia, de felicidad plena!) la felicidad de uno de estos humanos pequeñitos y sabios.
La felicidad en un niños podemos observarla en:
- La sonrisa rebelde y relajada cuando piensa o imagina la noche de Reyes. No necesita nada más que el espacio y la ilusión de la antelación del despertar, del placer futuro, de que alguien recoja ese nerviosismo, esa anticipación. Hay pocas cosas que les haga más felices, que hablar de la Navidad. En cuanto acaba el verano ya empiezan a intentar entender el paso del tiempo. No creo que cueste mucho darnos cuanto de todas las veces que nos preguntan, ¿cuánto falta para la Navidad.
- El abrazo tranquilo, a veces desenfrenado, siempre sincero cuando sale de ellos. Hasta que empiezan a tomar conciencia del acto de abrazar (o me corregiría, hasta que conseguimos hacerles ver el precio, o el valor, según nuestro enfoque de las emociones y de su expresión) , su regalo, ese saludo expansivo y reconfortante es siempre feliz. Su instinto animal del encuentro con los congéneres, esa alegría, el amor junto al ser querido transmite esa felicidad primitiva, tranquilizado, pura y profunda. Os invito a que observéis la cara de los niños que al encontraros corren a abrazaros, a saludaros…una enorme sonrisa se dibuja en su rostro sin que la consciencia trace el contorno. Es libre, sincera y feliz
- Un niño es feliz cuando puede hacer el tonto, Cuando, rodeado de adultos, le damos el espacio, el tiempo y protagonismo para no ser perfecto, para relajarse y vestir sus emociones, su yo más sincero, de payaso. La seguridad que le damos para, por unos momentos al menos, probar a ser otro, más histriónico, mas débil, quizás, chistoso y en cualquier caso, diferente. Cuando la norma se viste de liviandad y lo apropiado se convierte en confianza.
- Cuando se sienten seguro los niños son felices. Esos minutos de más, esa mano en la espalda, esa sonrisa cómplice que tanto nos cuesta a los adultos les tranquiliza, les relaja, les produje un aumento de dopamina que les produce placer. Simple y llanamente. La seguridad de ser vistos, acompañados y no juzgados. La seguridad de pertenencia. esa seguridad que los adultos damos por supuesto y que no somos conscientes de lo mucho que jugamos con ella, cuando juzgamos con prisa, cuando obviamos o tacañeamos esa caricia, esa escucha de 2 minutos, esa última palabra dicha sin pensar, que les borra todo rastro de aceptación, cuando olvidamos su edad y proyectamos nuestros miedos e inseguridades por algo que ellos, que están creciendo, probando, aprendiendo no han entendido, aprendido o aceptado. Recordemos que al ser vistos y queridos por lo que son, y no por lo que nos gustaría que fuesen, no sólo les hace felices, además les aumenta la autoestima, la autonomía y la posibilidad de ser asertivos.
- Cuando les damos la opción de elegir. Pocas cosas hay que les haga más felices que la posibilidad de elegir. Una película, una comida, un juego, un amigo… cuando les dejamos elegir les demostramos que les vemos, que les respetamos, que su opción, tal vez distinta a la nuestra, es válida, es real, tal vez necesite ser hablada, pero a la vez, es digna de ser considerada. Una vez más se trata de VERLOS, de demostrarles que somos conscientes de su persona, de su personalidad, de su valor como pequeños humanos con gustos, valores, dudas y miedos parecidos o distintos a los nuestros. Que son alguien que no pasa desapercibido, que su existencia se nota, está presente, es real. ¿Cuantas veces contestamos por ellos, elegimos por ellos, pensamos por ellos?.
La FELICIDAD para un niños no es más que ser protagonista de su propia existencia. Y quizás por ellos el día de reyes es un día tan feliz. La ilusión porque sus deseos sean escuchados, porque sus ilusiones sean recogidas y otorgadas les produce la felicidad inmensa de pertenencia, de escucha, de ser parte de algo que les acoge, les acompaña y les disfruta.
Regalemos tiempo, escucha y aceptación. Disfrute y generosidad en la mirada, la suya, que tanto tiene que enseñarnos y tanto tiene que aprender. Démosles el espacio y el amor para hacerlo. La felicidad será entonces compartida y disfrutada por todos.