10 Regalos que valen la pena
Se acerca la Navidad, días de familia, de fiestas, de encuentros forzados no siempre disfrutados, de comidas interminables y de regalos. También de ilusión y de ternura, de tristezas solapadas, de miedos y expectativas.
Acaba de ser mi cumpleaños y con la resaca de ese día disfrutado, pienso en lo que se avecina y en lo que, una vez más, mis sobrinos me han enseñado.
Tras la observación detallada de los recuerdos de ese día, de cómo mis sobrinos lo han vivido, y de cómo yo lo recuerdo y lo atesoro, siento, luego creo, en 10 regalos que valen la pena:
- Agradecimiento. El agradecimiento nos da felicidad, nos recuerda las bondades y parabienes de nuestra existencia y para con el otro, regala su sonrisa, la liviandad de vivir en positivo, el reconocimiento de ese algo observado, sentido y considerado.
- Tiempo. Con uno mismo, y con el otro. Con los niños, los mayores, con el enfermo y con el que está solo. No se puede comprar, se disfruta en compañía y también en soledad y cuando se vive con consciencia, parece que dura más, al menos, en la memoria.
- Amabilidad. Creo que las prisas nos han hecho olvidarla y es tan fácil de conseguir, y tan barata de regalar. Es beneficiosa para la salud, la propia y la ajena, nos libera y nos conecta, nos pone en la linea de salida, nos acerca a la meta, a cualquier meta.
- Sonrisas. Requieren un mínimo esfuerzo y sus frutos son incontables, tiene el poder de abrir puertas, caldear el ambiente, acariciar el alma, y susurrar esperanza… y si nos ponemos académicos, los beneficios son entre otros la liberación de endorfinas y serotonina, lo que nos hace sentir bien, nos aumenta la autoestima, nos conecta con los demás y nos hace ser más felices y longevos.
- La escucha. Nos une, nos empodera y nos da alas. Nos acerca al prójimo, nos libera de prejuicios, nos hace más sabios y más libres.
- Perdón. Nos salva de la queja y del victimismo. Nos sirve de espejo, de trampolín, de llave y de refugio, de bálsamo. Nos libera de la carga, del rencor, nos ponen marcha, en el camino del respeto y de la convivencia.
- Valor. Para decir te quiero y lo siento y también algún «No» necesario y salvador. Para respetarnos y respetar al otro. Valor para salir, para mostrarnos, para intentarlo y para atrevernos. Valor para cambiar.
- Ilusión. Regalar a los niños, y sobre todo a los adultos… la ilusión de un sueño, de una posibilidad, de un amor, de un proyecto, la ilusión de la sombra dibujada en el cielo, de un trineo y siete renos que viene del frío, de tres magos que llegan de oriente…
- Mirar a los ojos. Regala presencia, reconocimiento y respeto. Por el otro, por el lugar que ocupa, por lo que dice y cómo lo dice, por lo que siente. Regala acompañamiento, la caricia de ser visto, de ser reconocida la existencia del yo, del tiempo y el espacio compartido, del valor de un recuerdo.
- Esperanza. El presente se asienta en la idea de la continuidad, de la memoria, de la huella. Compartir la creencia de un futuro, de una posibilidad, de un reto a conseguir, el acompañamiento ante la soledad de la salida, del salto al vacío, del frío y de la duda.
Tuve muchos regalos ese día, estupendos y considerados. Y de todos, los que brillan en el trastero de la memoria, son aquellos que recogían mucho o todo de lo anterior.
Y el más significativo, el más completo, es el de mi sobrina de 7 años, que me regaló un cuento escrito y dibujado por ella. La generosidad en el detalle, el tiempo dedicado, la escucha al saber que un cuento es lo que me gustaría, la ilusión compartida de la historia inventada, la esperanza de que lo leeríamos y disfrutaríamos juntas, el valor de ponerse a ello, la amabilidad al hacerlo, la sonrisa pintada en su cara al crearlo y al regalarlo y con ello, el agradecimiento compartido cuando al dármelo, vio la sonrisa de mi mirada, sintió el amor en mis abrazos, y la ilusión en mis besos. Su satisfacción ante mi sincera reacción, es algo que me llevo en el recuerdo.